zapada unplugged
apuntes sin hilo
miércoles, 3 de junio de 2015
El papa y la carne
jueves, 9 de abril de 2015
Eso es todo?
lunes, 15 de diciembre de 2014
Botines
Mi vieja terminó de hablar por teléfono y me miró haciéndose la misteriosa. Sonrió, pícara, y prolongó el silencio lo más que pudo. Yo dejé los dibujitos a mitad de capítulo e intenté dominar la ansiedad. La miré con cara de “Y????” pero ella no se inmutó durante unos cuantos segundos. Hasta que empezó a hablar. Dijo que estaban bien, que en Mar del Plata hacía frío pero que habían bajado a la playa igual y que Sole tenía que rendir el lunes siguiente. Y se quedó sonriendo, con la información más preciada para el final: “Ah, y dijo tu hermana que los botines llegan a las dos de la tarde en El Pampa. Tenés que ir a buscarlos a la terminal.”
Fui y la abracé. Ella me empezó a acariciar los rulos y al cabo de un rato me di cuenta de que estaba revisando si tenía piojos o no. Siempre que hacía eso me empezaba a picar la cabeza, así que me alejé. Voy a preparar la bici, le dije. Y salí corriendo al patio. Crucé la galería que daba al jardín y corrí poseído hasta el garage. La Aurorita estaba en buenas condiciones pero igual sentí que tenía que prepararla. Le di aire con un inflador de pie medio choto que estaría en casa de la segunda guerra, más o menos, y la dejé apoyada, reluciente, contra la pared del palomar.
Entré a mirar la hora y habían pasado diez minutos. Pero por lo menos me enteré de que habría milanesa con papas fritas en el almuerzo. No podía más de feliz. Agarré la pelota y me fui a la canchita, a darle la despedida las zapatillas. Me llevé un par de Gráficos para jugar con las formaciones, que aprendía de memoria y relataba aunque jugara solo. A veces me acompañaba el Camorra y corría a la par mía todo el rato; a veces colgaba la remera en el ángulo para bajarla pateando tiros libres.
Pero ahora sólo pensaba en los Adidas Corner que estaban viajando en la bodega de un bondi destartalado. Cómo sería pegarle con los mismos que usaba el Toti Iglesias? Llegó la hora de la comida y de hacer la digestión mirando el Zorro. Nunca me pareció tan boludo el sargento García. A las dos menos diez, agarré la bici y salí para terminal.
Salí de casa y doblé en lo de Nico, para el lado de la ruta que va a al cementerio. A un costado, el viejo Montero estaba regando la cancha, más precisamente el óvalo de tierra que se había formado con el correr de tantos partidos. Lo saludé con la mano y me di cuenta que me hubiera gustado tener bocina, a pesar de que el viejo no se caracterizaba por tener la mejor onda. Llegué a la cancha de Ferroviarios y enfilé para el centro.
Andaba poca gente, la hora de la siesta siempre fue implacable en el pueblo. Cuando estaba llegando a la terminal vi que el Pampa se alejaba hacia al arco de la entrada del pueblo, con la luz de giro anunciando la salida sobre la ruta. El paquete debía estar esperándome en el andén.
Me asomé a la ventanilla de la boletería, cumplí como un adulto con la serie de cosas que hay que hacer para retirar una encomienda y sacudí la caja para comprobar su contenido. Saludé al empleado y pegué la vuelta a casa como un bombero. Los puse en el portaequipaje de adelante, para tenerlos a la vista durante todo el viaje. Cuando llegué a casa, dejé la bici tirada por ahí y subí directamente a mi habitación, saltando los escalones de dos en dos.
Fue amor a primera vista. Eran hermosos. De cuero negro –ese olor inigualable-, con las tres tiras blancas bien cosidas, y una línea celeste finita en cada uno de estas. La suela tenía los trece tapones brillantes, casi fosforescentes, en una sola pieza. Se parecían, efectivamente, a los que veía semana a semana en El Gráfico.
Estaba pasando los cordones cuando apareció mi vieja en el vano de la puerta.
-Y? Te gustaron?
-Si, ma! Un montón! Los voy a estrenar ya!
-Andá. Llevate un buzo por si refresca.
lunes, 24 de noviembre de 2014
Mi madre también
Hola má.
Hoy me encontré con un cuento de Conti, "Mi madre andaba en la luz" y me dieron ganas de escribirte. No es aniversario de nada, no todavía, faltan un par de semanas, simplemente tenía ganas de escribirte. Como cuando Luis estaba en la colimba y nos mandaba esas cartas que nos revelaban a alguien, no al adolescente obtuso que se encerraba a escuchar los Redondos en la pieza, sino a uno de los nuestros, uno que nos estaba contando su experiencia y nuestra ausencia. Bueno, algo así es esto.
Vos ya te habías muerto cuando empecé a escribir, cuando me vine a La Plata y me topé con el gordo Soriano y quise ser escritor o algo así. Y creo que nunca te escribí una carta.
Pero ahora me dieron ganas, y es así. Corta la bocha. Hoy uno escribe y publica al toque, má. Y hay un montón de gente que, si le llama la atención algo de lo que decís, te puede hacer comentarios; alentarte o ningunearte también, por qué no. Es como una colimba permanente.
Bueno, la cosa es que no sé, te extraño. Yo sé que no vas a leer esto, no estoy alucinando. Y es obvio que no lo escribo para vos. Pero mucho no me importa. Está el impulso, viste. Como me dijo una vez Eugenio Mandrini acerca de la poesía: uno siente el escorpión que le empieza a subir por el pecho y tiene que abrirse la camisa y ponerse a su servicio. Esto no es poesía, ya sé, pero dejemos que los puristas se encarguen, a mi no me molesta la diferencia.
En el fondo, má, sigo siendo el niño torpe que se cayó en la zanja inmediatamente después de colgar el cartelito de advertencia ("Cuidado con la zanja") para que las visitas no se sorprendiesen con el pozo frente a sus pies. Estaban haciendo una reforma del gas o algo así. Habían cavado una zanja que atravesaba la calle y entraba a casa, perpendicular, por la puerta del medio del garage. Uno podía suponer que la fosa continuaba, pero consideramos que lo mejor era poner un cartel en la puerta, por las dudas de que alguno entrase a lo tano y se fuera al demonio en dos pasos. Qué hice yo? Pegué el cartel del lado de afuera, cerré y entré de espaldas, mirando que el papel no se vuele ni nada de eso. El pie izquierdo fue a dar al vacío y ya era tarde para corregir la trayectoria. Caí limpito, de espaldas. Fui mi propia broma, golpeando en seco contra el fondo del foso. Cómo se puede ser tan boludo, pensaba mientras corría al lavadero para limpiar la remera. Alguno me vio en esa circunstancia, con la remera en la bacha y el culito embarrado y me sacó la ficha enseguida: "No me digas que... pusiste el cartel... y vos mismo te caíste...?" (Risas). Si, te digo.
Esto que escribo es así de arbitrario, má, como cualquier carta. Creo que el núcleo del asunto, del por qué en un feriado gris me asomo a esta ventana, es el paso del tiempo. Es decir, entre el niño ese que se cayó en la zanja y este que ahora vuelve a sentir que te habla pasaron un montón de años. Y dentro de dos diciembres vamos a tener la misma edad. Vas a cumplir de muerta la misma cantidad de años que tenía yo cuando te vi por última vez, cuando te encontré agonizando en el sillón de los Grimm. Esos ojos que te vieron luchar contra el turn off vital están, hoy, llenos de preguntas. En ese entonces era el horror, el descrédito, la sorpresa infame, la broma macabra de las estampitas que habías puesto sobre la mesa. Supuse que lo veías venir, que presentiste algo. Pero en lugar de llamar al médico, te pusiste a rezar. En fin.
Me hubiera gustado que nuestra despedida fuera diferente. Antes de irte a trabajar -te ibas a quedar de casera esa noche- abriste la ventana de la pieza cuando estaba escuchando los Gardelitos y eso me fastidió. Te dije de mala manera que chau, que después iba a ver tele, que si si si, que no molestes. Al rato te vi inconsciente, sabiendo que no pasarías esa noche y que nada sería igual desde entonces, que todos nosotros no íbamos a saber qué hacer sin vos. Si, vale, nos tenías medio mal acostumbrados. Acaso por eso te escribo ahora. Para saber qué hacer, para que tengamos una despedida diferente, para cambiar mi relación con tu muerte, para celebrarte en noviembre.
También nos quedamos sin Lalo. Él no supo qué hacer, pobre. Duró un par de años, pero al final tiró la toalla. A él sí lo vi irse. Mientras iba dejando de vibrar le canté un tango al oído. Estoy seguro de que era ese que habla del carnaval, que empieza diciendo: "Esa colombina puso en sus ojeras / humo de la hoguera de su corazón." Creo que no era por nada en especial, sino para decirle que estaba ahí con él, que me quedaba, que se vaya tranquilo, que a pesar de todo estuvo bueno su viaje, su estadía. (Así hablamos ahora, má. Decimos "estuvo bueno" para cualquier cosa. Y cuando queremos decir algo empezamos diciendo "nada" o "no" y de ahí arrancamos.)
Hace poco le contaba a Flor de lo mucho que tardábamos cuando salíamos a por los mandados. Te encontrabas con todo el fucking mundo y chusmeteabas de lo lindo. Lalo decía que había que mandarte a buscar la muerte, porque como no llegabas nunca, la muerte nunca nos iba a llegar. Era muy dado en esos silogismos sutiles el viejo, cómo que no. De todos esas salidas que hacíamos, la parte que más me gustaba en el mundo era cuando dejábamos atrás lo de Po y encarábamos la pendiente de la vía. Era para empacharse los ojos de estrellas. El barrio Brunero a un costado, el descampado de los galpones del ferrocarril al otro y el Molino y la casa al fondo, con la promesa de papas fritas y televisión en colores. Y yo de tu mano, chiquitito y ruloso, pateando piedritas como preguntas, porque en ese trayecto éramos únicos e inmortales.
martes, 18 de noviembre de 2014
Bájale de pasas a tu cake
Cuando vi su heladera tapizada de fotos imantadas, comprendí que las cámaras fotográficas habían sido inventadas para mujeres como ella. La mayoría enmarcaba su rostro en una infinidad de gestos y abrazos, (aparecía siempre acompañada, por amigos o por su gato Ceniciento) como un collage de felicidad capturada.
Mientras tanto, en otro lugar de la casa, comenzaron a sonar los acordes de Taxman. Puso Revolver completo en youtube y regresó a despejar la mesa y preparar mate. Tiene una manera especial de moverse en la cocina, como si todo lo que no fuese ella le hiciera espacio. Rechazó mi ofrecimiento de ayuda, así que volví al collage. Me llamó la atención una serie en el ángulo superior derecho de la Siam (sí, tiene una Siam té con leche). En todas se destacaba un destello verde. Había paisajes urbanos, carteles, personas, animales y en todas las imágenes lo único que se repetía era el color verde. Me debo haber quedado un rato mirando, lo suficiente como para que al girar hacia ella la encuentre con la cadera apoyada en la mesada, auto abrazándose con el brazo izquierdo y sosteniendo una manzana en la mano derecha.
Señalé la serie como si hubiese descubierto un secreto. Debo haber puesto cara de pregunta.
sábado, 1 de noviembre de 2014
Alero
La puta madre, se acabaron las tortafritas. El almacén de Charo debe estar cerrado, todavía no son las cinco y esto parece que sigue. Que lo parió, haber pegado el viaje en el fin de semana equivocado. Si estaba lo más bien en Buenos Aires. Pero cuando a la Tana se le mete algo en la cabeza no hay con que darle. Mirá que venir a tirarme la enfermedad como excusa. Sabe que tengo el auto en el taller y el temita que tengo con eso de viajar en colectivo.
Para peor, el Negro había quedado en llevarme un frasco de flores, unas snow russian que dice que te dan ganas de volver al comunismo. Planazo. Pero el boludo se colgó en el Imaginario y me tiró que iba a pasar hoy a la tarde. Ni le contesté. De la decepción. No tienen razón los progres cuando dicen eso de que pueden llevarse las flores pero no la primavera. Le tendría que avisar que me vine para acá al Negro, mirá si se enoja y me deja sin Puttin, Navokob y la mar en coche. Cierto que ésta no tiene wi fi por las malas vibras. Qué jipi. Voy a tener que llamarlo.
Pobre Tana, se debe sentir sola. Mirá cómo duerme ahora. No sé cómo hace para dormir en una hamaca paraguaya. Para mi que lo hace para llevarme la contra, porque sabe que a mi me parecen una careteada marca cañón. Nadie puede estar cómodo en una cosa de esas. Si a esta altura han inventado sillas colgantes para tirar para arriba. Pero ella no, loca de las hamacas paraguayas. Por lo menos tiene linda la casa, se ve que se dedica.
Esa que viene ahí debe ser la Charo. Si, re. Qué hace por acá? La Tana le debe haber contado que vine. Ojalá que por lo menos traiga un paquete de harina.
jueves, 30 de octubre de 2014
Con la mano y por la racha
Entrevista con Sebastián Morro, guitarrista de El Manijazo, que se presentará el próximo sábado 8 de noviembre a las 23 hs. en el Club Cultural Lucamba, en 117 y 67.
Foto: Juli Tiverón
- Qué expectativas tiene para este próximo concierto?
- Todo concierto genera muchas expectativas. Nos preparamos grupalmente, ensayando horas y horas esperando que el momento único e irrepetible de la interpretación en vivo sea el mejor, que refleje todo ese esfuerzo, toda la dedicación, todo el esmero por cada detalle sonoro. Que, además, viaje con toda la carga expresiva y emocional que la música sólo puede transmitir en directo, y que ese viaje recorra todo el salón atravesando a cada persona. Que cada una de esas personas a su vez colme sus expectativas, que supere sus expectativas incluso, y que ese viaje musical regrese a nosotros en forma de baile, de coros, de aplausos de agite y de alegría..
Pero además existen expectativas personales. que a veces compartimos en grupo y conversamos, y a veces las guardamos. En esta ocasión las expectativas personales están muy aunadas, porque volvimos a gestionarnos solos después de 2 años de laburar con una productora cultural. Así que toda la organización, la logística, la prensa, el armado y coordinación de la fecha estuvo a cargo de nosotros, los músicos. Y eso genera mucha ganas de que todo salga bien. Ojalá que resulte así.
- Cómo nace El Manijazo? Qué influencias aportó cada uno?
- La banda nace por impulso, ingenio, genio y carisma del Chino Ayala (Juan Carlos). Fué el quien sintió esa necesidad de darle continuidad en la región al camino abierto por el gordo Alorsa y La Guardia Hereje. Y fue él quien tuvo esa idea germinal de mezclar el tango y el ska en la misma ensaladera, y se encargó de juntarnos a pesar de nuestra desconfianza. Lo primero fue compartir sus canciones conmigo que perfilaba como el guitarrista tanguero, y luego llevar esas músicas a las primeras juntadas con Homero (Polenta, vatangueando) y su bandoneón y otros músicos que no se coparon del todo.. Hasta que el condimento Ska llegó en manos de Toni (Santamarta, guitarra) y Chino Killyam (contrabajo) ambos ex integrantes de Cañamoon. Ahi tomó forma, pero el verdadero sabor lo trajo Marian (Rossitto) con su bata. A esa altura la ensalada ya era tentadora. Había letras y cantor, armonías y yumba, riffs y bases grooveras, y el color del bando tan tan tango... ya empezábamos a manijear y no tardamos casi nada en completar la orquesta. Saxo y clarinete primero con el Negro (Martín Santander) que no para de tirar colores y sabores.. y por último la octava manija Fer (Ortega) que trajo en su violín el condimento que terminó por aglutinar melódicamente los dos géneros de la ensalada.
Las influencias que cada uno aportó fueron bien claras y un poco ya lo mencioné antes. El Chino cantor aporta la retórica, el lunfardo y la mística arrabalera. Homero que venía de compartir con el Chino los escenarios de Vatangueando, aportó con el bando la sonoridad tanguera mientras terminaba su carrera universitaria y recibía su título de guitarrista. Esa formación académica llevada a la música popular nutre constantemente las orquestaciones manijas. Otro erudito de la música es el Toni, pero con una formación si bien muy metódica, mucho más ligada a lo popular. Toni y Chino bajista tocaron juntos durante años en una banda de Ska tradicional y aportaron mucha data desde ese camino recorrido. Yo venía del tango y los ritmos folklóricos sudamericanos, más guitarrero que guitarrista y más cantor que cantante. Marian, batero desde niño trajo sus medallas del punk y del rock, pero es un amante de los ritmos más que de los géneros, y eso lo llevó a tocar murga, samba-reggae, emsambles de percusión, candombe, ritmos peruanos, rumba y boleros. Toda esa data rítmica tarde o temprano se terminan metiendo en cualquier cosa que toque. El Negro con el saxo es otro metódico del estudio, y además trajo mucha experiencia de ensamble melódico absorbida de su propia experiencia en secciones de bronce y como amante del Reggae y el Ska. Pero paulatinamente fue incorporando el clarinete en los arreglos, que con otro timbre aporta otras sutilezas y colores muchas veces balcánicos o aires de música klezmer. Fernanda estudió violín de pequeña en conservatorio. Tocó mucho tiempo en orquesta clásica y trabajó años en la camerata del Teatro Argentino. Después armó su banda de rock en la que cantaba y tocaba la guitarra, tocó tambores y de a poco empezó a transportar toda su técnica académica a la música popular. Desde Lamarencoche, una banda de versiones de música latinoamericana que compartimos por 4 años, pasando por Noches Florentinas y como sesionista de muchas otras bandas, terminó por abandonar lo académico y volcarse de lleno a ésto.
- En sus conciertos hay, además de lo que ocurre en el plano musical, una preocupación por la estética y la puesta en escena, cómo surge la estética "manija"?
- La estética visual nació de los primeros tiempos manijas. Por aquel entonces se fundó la Corporeiyon Manija, con Natalia Suarez, Pilar Platzeck, Daniel Lorenzo, Nadia Lozano y Gabriel Herze. Ellos escucharon nuestras malas ideas y las hicieron buenas. Nati y Pili desde el vestuario y escenografia. Dani desde el diseño y la gráfica del primer disco. Nani y Gaby desde lo audiovisual en escena y para nuestro primer video clip que fue con Ni la mano ni la racha.
Mostramos en escena un vestuario de invierno o verano inspirado en la inmigración y vida portuaria en argentina de los años 30 al 50, que son a la vez las décadas de oro del tango y el ska. Pero siempre usamos nuestras zapatillas en el estado en que se encuentren.