miércoles, 3 de junio de 2015

El papa y la carne

     Ángel barre la cocina en silencio, con dedicación y firmeza. Un pájaro se posa en el alféizar de la ventana y lo distrae. Lo contempla un rato, apoyado en la escoba, mientras la luz oblicua se derrama –blanquecina, convincente- sobre los cerámicos del piso. La sombra del pájaro se proyecta sobre el interior de la casa, trazando una franja de oscuridad que engulle el brillo de las partículas de polvo que bailotean en el aire. Los pensamientos de Ángel corren una suerte similar.
            Sobre la mesa, construida con  patas de cardón y tablones cepillados sin barnizar, quedaron algunas migas de pan que Ángel mira con recelo por haberse olvidado de juntarlas. Ensaya un rezongo cadencioso en tercera persona en el que se recrimina ser tan boleado.
            Junta las migas de la mesa con el canto de una mano y un rumor áspero se levanta con el roce de ambas superficies. Después de completar la limpieza, sale al patio y deja la escoba apoyada en la pared. Se queda un rato mirando los palets con ladrillos y las bolsas de arena que ocupan un tercio del espacio. También hay una bicicleta desarmada. 
            El ruido de un motor, proveniente del lado del centro, lo hace volverse hacia la puerta de calle. Debe ser el colectivo, piensa antes de mirar la hora y confirmarlo. Beto, el perro de la casa –un delmon color café con leche- duerme la siesta en la vereda. A unas pocas cuadras, una legión de mochileros desembarca del Transporte Iruya y se dispara a las calles, formando un colorido pacman en procura de hospedaje y comida.
Ángel se hace la señal de la cruz y mira al cielorraso cuando junta los dedos en el beso del amén. Dame una buena quincena –piensa Ángel frente al techo-, dame una buena quincena. Se ata el delantal por la espalda y se pone manos a la obra. Francisco todavía le sonríe desde el póster mientras empiezan a tomar forma las empanadas y los pensamientos de Ángel se diluyen lentamente a cada vuelta de repulgue.


ph Flor Puoli

jueves, 9 de abril de 2015

Eso es todo?

-Eso es todo lo que tienes?, dijo ella. No puedes, acaso, dar un paso al costado e intentar ver las cosas desde un punto de vista diferente?, agregó.
-Por que hablás con ese acento raro?, preguntó el.
-Por que siempre haces la pregunta equivocada?, respondió ella. Deja ya de balbucear y di algo concreto, por el amor de Dios. Cuantos años tienes? Cinco? 
-Ah, te pusiste brava, dijo él intentando su cara de perro recién apaleado.
-Quieres dejar de distraerte y hacer foco en el puto asunto de una buena vez? Claro que me puse brava! Que no lo ves? Y que necesidad tienes entonces de decirlo? Me sacas de quicio. No te quiero insultar, porque te aprecio, pero tu ceguera me enloquece. Piensa, Andres, piensa! No me mires así! Eso es todo lo que tienes? De verdad? Mira, me marcho. Me llevo esa caja celeste que tiene lo que recién había grindado. Y los filtros. Cuídate. No podré hacerlo por ti. Adiós.