martes, 26 de julio de 2011

jueves, 14 de julio de 2011

El vino sin regazo

No hacías otra cosa que escribir. Solía dejarme hipnotizar por el golpeteo de las teclas. En algunas oportunidades agarraba la guitarra y cantaba algunas canciones. Te veía sonreír de perfil cuando acertaba con el repertorio. A veces, muy pocas veces, me consultabas sobre alguna duda que tenías en lo que ibas escribiendo. No hacías otra cosa que escribir. Perdías el aliento frente a las hojas que ibas manchando de tinta. Cuando terminabas, te tenía preparado un vaso de agua y sólo después de beberlo completo, sonreías y me hablabas. Me pedías que te hiciera masajes. Te recostaba boca abajo y me dejaba llevar por mis manos que recorrían tu espalda con ahínco. Mis manos rodeaban tu lunar como en una partida de Go. Una noche de comienzos de primavera después de tu vaso de agua no me pediste los masajes. Simplemente te acercaste y me diste un abrazo. Te sentía respirar sobre mi hombro, un fuelle artesanal anhelando melodías de otra época. El abrazo duró lo que duran en migrar las golondrinas. Te despegaste de mi y me diste la espalda. Esa espalda que era un altar para mis manos hambrientas. Un abrazo con vos era un refugio en la montaña. Con el fuego secreto que emanabas y me envolvía cálidamente. Pero esa noche de comienzos de primavera, tu abrazo me supo a ceniza. Atrás quedaron las fotos de Uruguay, las películas de Cassavettes y los jarroncitos jujeños. Volviste a sentarte a la máquina. ¿Me hacés un sandwich de queso?, preguntaste de esa forma. Pasé a la cocina. El perro dormia en el patio. Soñaba y agitaba las patitas, queriendo llegar más lejos.

domingo, 10 de julio de 2011

Fragmentos de un vals desde Canciones Tristes

Otro domingo con periódicos normal. Sin embargo, es la tercera vez que flota una canción de Fito. Creo. El amor como un acto de fe. En el Radar, Febbro escribió sobre París y Hemingway. Tengo las manos entumecidas y la mirada neblinosa. Paez vuelve a salir al ruedo y yo quiero volver a creer. A esta hora de la temprana tarde todavía resuena en mi cuerpo el galope de una noche de juerga. La memoria cercana como un martillo neumático de destellos ante mis ojos confundidos. Un puente es un hombre atravesando un puente. A Pili y a Mica les gustó esa frase de Cortázar. Un puente sobre el río Búho y un cuerpo balanceandose en el medio. La soledad de visita en una casa conocida que no deja de ser extraña. Cada rincón nuevo tiene telarañas. Demasiado humo, demasiado alcohol, demasiadas palabras. Puentes rotos. Fugaces encuentros alrededor de una extravagante procesión. Algunos abrazos como parches para remediar el insomnio. De todo lo que flota acumulo reflejos, ecos. Fantasmas. Creo que te vi bailando Beatles en alguna vieja casa del lugar. ¿Y si fuera todo un poco más simple? Salir un poco al sol. Algunos destinos son imposibles. Y sin embargo, quizá tenga un discreto encanto pararse en el umbral, tomarte la mano y alcanzar a vernos caminando juntos. A esta hora estaríamos arrepentidos. Y de nuevo con los bordes. Recurrente el muchacho. Cuidado con el filo de la baranda de la escalera. Mi mano lastimada escalones abajo y una mancha de sangre en el piso. Cómo quisiera escribir una canción que te volviera otra, canta Cabrera. Cómo quisiera escribir una canción que me volviera otro. Mujer flaca. O yo mismo tres años mejor. Mari me llamó para contarme que consiguió Frivolidad en una librería de Tandil. Completé la colección Forn. A Euge le gustó la contratapa que le mandé el viernes. Wearing the face that she keeps in a jar by the door. Wearing the facebook. Tal vez suene tonto, pero me arrojo de cabeza y con desesperación a intentar unirnos en las palabras de otros. De Forn, por ejemplo. Las comparto con los amigos para sentirme menos solo. Qué obviedad inútil. Pero no por inútil voy a dejar de hacerlo. Lo cito. Él hablaba de las canciones de Lennon. Yo hablo de sus palabras con sus palabras, "cosas que se juntan como si hubieran estado unidas antes, y a pesar de sus cicatrices arman algo mágicamente único, entero, verdadero, indestructible, donde cabemos todos". En el amor cabemos todos. Estaba Cin. Casi no nos saludamos. Dos extraños envueltos en finos hilos de relato. En el pasado de mi vida. En el pasado cabemos todos. ¿A dónde se va el amor cuando se va? La Negra dice que no cambia, que no se transforma. Que se va. El amor está por reinventar. Rimbaud. Me paro a fumar un cigarrillo al costado de la acequia por donde pasan los amores idos. ¿Soy un cobarde por querer salvarme? Mi boca es un agujero acre. Cae la tarde entre soledades pobladas de mujeres. Me encanta esa frase de Estrázulas. Soledades pobladas de mujeres. Mujeres pobladas de soledad. Me gustan las mujeres de algunos cuentos y las de las películas de Woody Allen. Nunca bien ponderadas. Soledades donde cabemos todos. Hace frío. Herir a alguien es un acto de involuntaria intimidad dice Kureishi. Me pregunto cuántas cicatrices llevaran mi marca íntima. Mi marca involuntaria. Implacable. Y la reacción del odio involuntario, que se adhiere al mapa de la carne y circula incómodo entre los huesos. Qué hacer si estoy parado y te miro. Si sé que es un error pero está pasando. No da. Hay que admitirlo. Nos arrepentimos de antemano para no arrepentirnos. Ya está demasiado llena la gaveta de los arrepentimientos. No da. Debería existir algo así como el desarrepentirse. Perdonarse y seguir en movimiento. Ya se abrirán las grandes alamedas y tal vez pasemos de la mano. O no. Por hoy quedan unas cuantas horas más de abatimiento. Sólo quiero evitar ser un elefante en una cristalería. Dejar de incrustarme astillas en los pies que me recuerdan todo el tiempo que sigo andando. A pesar de todo. Lo siento. Voy a salir a caminar los últimos rayos de sol tenue que quedan. Vivo en una linda ciudad. Me saco las cáscaras de una noche fantasmal. Y me pongo la cara que guardo en un jarrón junto a la puerta. Alguien en el mundo piensa en mi. La esperanza se conquista y no pienso dejarsela a esos otros. Sea. Creer o reventar. Yo creo. Y con eso basta.